Liturgia

lunes, 31 de octubre de 2011

AQUÍ ESTOY



Escuchar la voz de DIOS que nos llama por nuestro propio nombre (1Samuel 3: 10 “YAVHE entro y se paró y llamo como las otras veces: Samuel, Samuel”), se ha vuelto para el joven contemporáneo la más desafiante tarea en nuestros días, frente a un vendaval de voces que pululan y desvían la atención de aquellos que deciden aventurarse mar adentro, el cristiano del tercer milenio está inserto en una sociedad materialista que otorga un primado absoluto a lo percibido por los sentidos, en una sociedad consumista que crea las necesidades en aquellos que no necesitan, en una sociedad hedonista que presenta como absurdos los valores de la cruz, en una sociedad egoísta que asesina a todos los buenos samaritanos, en una sociedad secularizada que niega el origen religioso del ser. Cada una de estas corrientes ideológicas resuena en la conciencia de los jóvenes y ofrece un estilo de vida que denigra su dignidad de hijo de DIOS, con felicidades efímeras, cosas vanas y vacías, con sueños frustrados y una esclavitud camuflajeada de libertad. En un mundo así es difícil creer en este milenio es difícil creer, no tratemos de ocultarlo estas voces acallan el llamado a la perfección que DIOS realiza a cada hombre (Mateo 5:48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto).

Es cierto que en la actualidad es difícil creer pero no es imposible la iglesia nos ofrece el testimonio de miles de hombres y mujeres que han sabido escuchar y obedecer a la voz de DIOS, ese testimonio ha sido para muchos  jóvenes un aliciente un estímulo para dejarlo todo, entregarse sin medidas y gritarle al mundo que DIOS no quita nada y lo da todo. Y con ello iniciar su propio camino de fe y búsqueda. Pero a quien buscan los jóvenes cuando sueñan con la felicidad, cuando se entregan a sus ideales cuando se mantiene firmes en sus valores y convicciones, cuando respetan su cuerpo, cuando aman en la pureza y la castidad, cuando no se dejan llevar por el conformismo cuando deciden ser radicales cuando buscan la verdad, a quien buscan si no a Cristo que se ofrece como el camino que debemos andar, como la verdad que nos va a liberar y como la vida que debemos vivir (Juan 14:6), es el nuevo mana que nos alimenta cuando nuestras fuerzas desaparecen (1reyes 19: 4-6). Esa búsqueda encierra el ardiente deseo que tienen los jóvenes de responder al llamado que DIOS hace (este respondió habla YAVHE que tu siervo escucha 1samuel 3:10).     

Es un llamado que ha movido a muchos a derramar su sangre por el reinado de DIOS y su justicia, es posible que no se nos exija la sangre como a los mártires, pero en definitiva se nos pedirá mantenernos fieles a Cristo y ofrendar nuestra vida de otras muchas formas, se nos da una libertad que nos hace esclavos del amor y por consecuencia de DIOS, pero no es una esclavitud que nos priva de nuestra felicidad, de nuestros sueños por el contrario como dice el libro del Eclesiastés 11: 9-10 “Joven alégrate durante tu juventud y encuentra la felicidad sigue tus deseos y realiza tus ambiciones pero no olvides que por todo esto DIOS te juzgara. Aparta de ti la tristeza y aleja el sufrimiento de tu cuerpo porque juventud y cabellos negros no duran”. La vida que nos presenta el evangelio está inserta en nuestra realidad y nos motiva a vivir y disfrutar de ella con una única condición: SER RESPONSABLE DE NUESTROS ACTOS Y RESPONDER POR CADA UNO DE ELLOS.

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