Liturgia

lunes, 14 de enero de 2013

ABANDONO DE LA RELIGIÓN PARA VOLVER A LA RELIGIÓN



En la actualidad, se puede constatar que hay en las personas un deseo constitucional de buscar, encontrar y conocer una verdad absoluta y objetiva, que de sentido a sus vidas, que sea accesible a todos, que este fuera de cualquier subjetivismo, armonice la convivencia y a la cual pueda subyugarse libre y voluntariamente. Es una realidad que contrasta con corrientes filosóficas como: el relativismo que plantea la falta de
hechos o principios universales compartidos por todas las culturas humanas. Y el nihilismo existencial, que sostiene que la vida carece de significado objetivo, propósito, o valor intrínseco. 

En armonía con esa búsqueda titánica de la verdad, los seres humanos han labrado una serie de caminos, tales como las teorías científicas o corrientes filosóficas, cuyo fin es el de facilitar dicho encuentro, pero todos esos postulados en varias ocasiones resultan insuficientes, insatisfactorios y carentes de fundamentos, para aquellos que se atreven a ir más allá. Relegando al plano de lo intangible, lo divino o lo espiritual las respuestas a las grandes preguntas de la humanidad ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, etcétera, y en ese plano las religiones son las máximas garantes y exponentes.

Ante tal desafío cada pueblo ha desarrollado una manera particular de relacionarse con el medio ambiente y de concebir la creación. De esto se deriva un abanico de respuesta para esos grandes cuestionamientos. Y es así como su idea de DIOS va a corresponder con la conciencia que se tenga de su medio. El resultado de esta gran variedad de culturas es la diversificación de la fe y la elaboración de un sinfín de credos, que han dado origen a un politeísmo abigarrado en un arcoíris de creencias que se plasman: en los templos hindúes, pirámides egipcias, la mitología griega, edificaciones mayas, la teoría del big bang para los científicos, etcétera. A pesar de esta pluralidad religiosa, en el mundo se habla de cinco grandes religiones judaísmo, catolicismo, islamismo, estas tres primeras tiene la característica de ser monoteístas, por otra parte el hinduismo es una religión politeísta y finalmente el budismo es una religión sin DIOS. Este fenómeno afirma la creencia de la existencia de un Ser superior, que en última instancia seria la fuente común de religiosidad.
Al poseer una noción propia de DIOS, cómo es posible hablar de cinco grandes religiones en las que se aglomeran la gran mayoría de los seres humanos. Un hecho que ha contribuido, en este proceso de homologación y homogenización, de la religión es: el contacto e intercambio entre diversas civilizaciones y las continuas guerras y conquistas, en las que los opresores, conjuntamente impusieron su sistema político, cultural, económico, militar y religioso. Esto abrió el paso para su exportación y mezcla, el surgimiento del sincretismo religioso o el florecimiento de nuevas religiones. Un ejemplo notorio es el caso del catolicismo y el islam, cuyas bases reposan en el monoteísmo judío, o el de la misma religión católica que ha sufrido en carne viva desacuerdos en su credo, prueba de ello son el cisma de oriente y occidente en 1054, y la reforma protestante encabezada por Martin Lutero, fraile católico agustino del siglo XVI.

Pero qué es la religión, por qué es fuente de tanta crítica y polémica entre creyentes y no creyentes. Obedeciendo a la etimología de la palabra, religión viene del latín religio que proviene del verbo religare formado de re (de nuevo), y ligare (ligar o amarrar). Entonces significa algo así como ligar de nuevo. Podría referirse a reunirse con el Creador. Es decir que toda acción de reencuentro con DIOS es un acto religioso. En ese sentido desde las pequeñas comunidades indígenas hasta la multinacional y compleja iglesia católica, se pueden considerar como instituciones religiosas. Puesto que su fin es el de religar a las personas con DIOS. Entiéndase esto desde la etimología del término. Entonces como se explica la abnegada apología de muchos no creyentes o de creyentes cristiano-evangélicos o no cristianos, alegando que la religión es un invento humano, inclusive diciendo que ni ellos mismos pertenecen a una.

Para este análisis es de entender la religión en primer lugar como un principio intrínseco del ser humano, del que nace el deseo de buscar a DIOS, lo que la hace un componente y no un agregado del ser. En segundo lugar la religión como principio organizado y jerárquico que permite al hombre sistematizar su búsqueda de DIOS, a través de las prácticas religiosas, elaboración, conocimiento y transmisión de una doctrina y todas aquellas actividades que consideren necesarias para alcanzar su fin. En esa medida el primer principio condiciona al segundo. Aparece la necesidad de institucionalizar la fe. La conexión con lo trascendente requerirá de una serie de condicionamientos, limitaciones y adiciones que le darán legitimidad a las prácticas religiosas. Lo que inicio como una búsqueda solitaria, asolapada y desordenada, se va transformando en un acto comunitario coordinado, que otros ya han realizado, aprobado y promocionado como el único paradigma autorizado e infalible.

Procedente de la agrupación de las personas se constituyen las estructuras metódicas y pragmáticas. Este orden es parte del ser y quehacer humano, heredado del orden que DIOS inserto en la creación, negando de esa manera la posibilidad del caos. Las características de la fe, impiden que sea una acción aislada o privada, requiere de una comunidad, para ser compartida, comunicada y realizada, ha esto bien se le puede llamar la praxis de la fe, de la cual procederá la estructuración de la misma. Entonces en la medida que el número de adeptos se incremente, lo hacen sus funciones o actividades. A las que se les aplicaran una serie de principios administrativos para su buen funcionamiento. Se empiezan a crear puestos, asignar cargos, a delegar responsabilidades, a asumir poder, etcétera. Los catorce principios de administración desarrollados por Henry Fayol[1], encuentran un amplio campo de aplicación. 

No es de extrañarse que algunos de individuos se dediquen exclusivamente a los oficios divinos y a las implícitas acciones administrativas de la institución. Estos personajes son considerados como individuos de gran virtud y actitud de servicio dignos de ser admirados e imitados. De estas cualidades se deriva la credibilidad, la estima y sobre todo el poder asociado al cargo que este desempeñe dentro de la estructura. Un trípode que los coloca en un lugar privilegiado en la comunidad.

El pentateuco narrara el establecimiento de Israel como pueblo escogido por DIOS, con el patriarca Moisés, se establecen las reglas de juego para esta emergente nación, en lo religioso se dicta un ejemplo de la exclusividad de este servicio, la tribu de Levi es reservada, para actuar como pontífice entre el pueblo y el Creador, serán solamente ellos los encargados de enseñar, ofrecer sacrificios, etcétera. ¿Entonces la organización es parte de la fe? y si es así ¿por qué el repentino y masivo éxodo de feligreses, que muchas religiones están experimentando?

Para entender este nuevo fenómeno, es de evaluar el surgimiento de la religión como institución: esta nace de la agrupación de creyentes; lo que hace menester a los líderes para que planifiquen, coordinen, controlen, corrijan y evalúen resultados; de aquí brota la necesidad de establecer una jerarquía que tiene la potestad y la autoridad para redactar todo un aparataje jurídico legal (normas, cánones), reglamentando la coexistencia y penalizando las faltas; otorgándole la facultad para decidir e influir en los fieles.
  
Hasta aquí parece que todo va bien, porque la racionalidad del hombre hace posible el orden, la sistematización de los procesos está presente en la cotidianidad de sus labores. Empero este orden es deformado cuando la estructura se convierte en fin y deja de ser un medio, haciendo de ella un círculo excluyente y elitista. Los líderes ponen al servicio de las estructuras a las personas, aprovechándose de su buena voluntad. En algunos países podría ser considerada como el cuarto poder del estado, gracias a su capacidad de persuasión y sugestión. Siendo así que tanto de verdad o de mentira tendrá la famosa frase de Karl Marx “la religión es el opio del pueblo”.

La impunidad y los diferentes abusos protagonizados por los jerarcas religiosos, como los actos realizados por el cardenal español Rodrigo Borgia posteriormente, el papa Alejandro VI (1492-1503), sacerdote Marcial Maciel fundador de los legionarios de Cristo, o el famoso pastor evangélico de la mega iglesia New Life Church, en Colorado Springs, Colorado, Ted Arthur Haggard, quien reconoció en 2006, ser culpable de “inmoralidad sexual” y consumió metanfetamina. A esto se le agrega el deliberado encubrimiento de dichas faltas y la complicidad de aquellos que no se atreven a denunciarlos, por defender el prestigio y credibilidad de la institución.

Estos acontecimientos han propiciado el abandono de la religión en cuanto a estructura y un acercamiento a la religión en cuanto a conexión con DIOS. En el afán de seguir poseyendo el “estatus Q”, el suntuoso nivel de vida y la influencia que gozan en algunos países, ha permitido la sobrevalorización de la institución, que a medida crece en complejidad, crece en poder. Olvidando la simplicidad del mensaje del que deben ser celosos heraldos y testigos, dejando de ser pastores y asumiendo el rol de burócratas o el de diplomáticos. ¿A caso no serán ellos los auténticos  lobos vestidos de ovejas?

A lo anterior se suma que, los llamados maestros de la fe se han encargado de inculturar a los pueblos aprovechándose de su ignorancia, para hacer de la fe un negocio, elaborando discursos que lejos de aclarar la necesidad de DIOS, promueve un fanatismo y neoracismo religioso, ya sea para ganar adeptos,  desprestigiar líderes y militantes. Dichos discursos recalan en discusiones triviales o disputas sanguinarias entre aquellos que profesan credos diferentes, haciendo incoherentes las prácticas espirituales. La consigna divide y venceremos esta tan arraigada entre los creyentes que ha llegado a primar la violencia, la intolerancia y el odio, en vez de promover el respeto y la unidad. ¿En si cuál será el problema? serán las religiones como estructuras, el abuso que se efectúa abanderados por las estructuras o será creer que DIOS es exclusivo de una religión. DIOS no divide los hombres sí.

Pero hay que aclarar que aun la denominación más pequeña hasta las cinco grandes religiones poseen una organización que no se escapa de la corrupción, la ambición y la avaricia. Todo aquel que se decide ser fieles al mensaje en el que creen es marginado, excluido o eliminado de ella. Únicamente son tomados en cuenta para los puestos administrativos los que tengan una línea de pensamiento común, o no minen las relaciones con el gobierno en turno. Ese fue el caso de incomprensión, en un principio experimentado por Francisco de Asís, el cual al exponer a los jerarcas católicos su estilo de vida bajo la más estricta pobreza y observancia del Evangelio, consideraron que era algo imposible de sobrellevar, debido a que ellos no concebían una vida de carácter ascética, por los lujos y privilegios que ostentaban. U otro ejemplo más fue la elección de monseñor Oscar Romero, como arzobispo metropolitano de San Salvador, quien mantenía un perfil conservador pero, una vez  constatadas las injusticias cometidas en contra los más indefensos, no dudo en ser la voz de los sin voz, amparado en el evangelio.

Ya lo decía León Tolstói, en su libro El reino de Dios está en vosotros, “En ningún lugar podemos encontrar, excepto en la afirmación de la Iglesia, que Dios deseara fundar nada parecido a lo que los eclesiásticos entienden por Iglesia”. Esa crítica aún posee validez ya que todavía muchos los dirigentes religiosos (claro que hay excepciones) conservan intereses que no tienen nada que ver con DIOS, y esos son los que terminan prevaleciendo. En este sentido es de sopesar en qué medida la institución religiosa, es impedimento u obstáculo para los creyentes.

La verdadera religión y el verdadero hombre religiosos se rigen por la ley del amor. De tal manera que tanto al creyente que actúa por caridad, como el no creyente que actúa por filantropía, se les aplicaran las sabias palabras de san Juan de la Cruz “En el atardecer de nuestras vidas, se nos juzgará en el AMOR”, sin importar el credo, la teoría o la filosofía que se haya profesado. Palabras que están en sintonía con el texto del juicio final que presenta el evangelista Mateo en su capítulo 25, pasaje bíblico que hace accesible la salvación para todo hombre, sin importar si en esta vida fue ateo, científico, judío, católico, etcétera. En ningún momento se está planteando la idea de un relativismo religioso, al contrario la caridad es la esencia de la religiosidad del ser humano. Mientras el hombre no supere sus intereses personales de poder, placer y tener, se seguirá dando el ABANDONO DE LA RELIGIÓN PARA VOLVER A LA RELIGIÓN.  


Judeo

     




[1] Para indagar más sobre las teorías de Henry Fayol, se puede consultar su obra ADMINISTRACIÓN INDUSTRIAL Y GENERAL  

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